POR HELÍ HERRERA HEDEZ.
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La semana pasada, en este mismo espacio, escribí “La 4ta transformación hace agua”, y horas después conocíamos, como una bomba, la renuncia de Germán Martínez Cázares a la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social, que la resumiría en sus propias frases “No podemos seguir dejando a su suerte la salud de los mexicanos; los niños que padecen cáncer y esperan su tratamiento; quienes viven a la espera de la insulina; las poblaciones de la diversidad sexual que reclaman antirretrovirales y los millones de enfermos que se atienden en nuestras clínicas y hospitales no merecen ni un minuto de rebatingas de poder”. “Yo no voy a despedir a los doctores, la gente se va a morir en las calles”.
Meses antes, el 24 de junio de 2018, para ser precisos, una semana antes de la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador, el candidato, decía con Jorge Alcocer, el que había anunciado como el Secretario de Salud si ganaba la Presidencia de la República, “nuestra propuesta global es buscar e integrar un sistema de salud universal, también la necesidad de incrementar el presupuesto en salud alrededor del 8% anualmente”.
Pero como siempre ha sucedido con los candidatos cuando ganan una elección, se olvidan de su promesas de campaña, de sus frases lapidarias de >no mentir, no robar, no traicionar<, y sucede que el proyecto de presupuesto de egresos 2019, estimo el gasto destinado a la Secretaria de Salud en 123 mil millones de pesos, 3.2% menos que el año anterior, manejado por un gobierno neoliberal, mientras que los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, OCDE, el gasto en salud lo ubican entre el 5 y el 6.4% de su Producto Interno Bruto, y en México solo se gasta el 2.9, sin considerar que aquellas naciones no tienen el problema de la obesidad como lo tenemos nosotros que, lamentablemente, se ha convertido en una calamidad.
México es el segundo país de la OCDE con el mayor porcentaje de gasto de bolsillo en salud. Dicho gasto en enfermedades crónicas puede condicionar a una familia a caer en pobreza. Mientras el gasto de bolsillo de los mexicanos es uno de los mas altos del mundo, el presupuesto de la Secretaria de Salud ha decrecido mas del 20 por ciento en términos reales. Si una familia promedio tuviera que pagar el total del tratamiento de diabetes, tendría que endeudarse y/o vender su patrimonio.
Como si eso fuera poco, el gobierno de López Obrador no ha entregado a las dependencias del sector salud mas de 2 mil 500 millones de pesos (antier, y frente al reclamo popular, destrabo 2,464), afectando con ello el funcionamiento de institutos nacionales de salud, hospitales federales, regionales y de alta especialidad, hospitales psiquiátricos y centros de atención a las adicciones.
Tan solo el Instituto de Cancerología tiene congelados 225.9 millones de pesos.
La retención de recursos genera desabasto de medicamentos, perdidas de plazas, de prestaciones como guarderías, lactancia, vales de despensa, compras de material quirúrgico, camas hospital.
De allí que la crisis que vive el IMSS y el ISSSTE, primordialmente, y luego en los hospitales y centros de salud de gobiernos estatales, genere que los pacientes con enfermedades crónicas y degenerativas han empezado a sufrir el desabasto, a grado tal que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ya esta recibiendo quejas.
Hasta el 22 de mayo son ya 24 estados con afectaciones en sus hospitales públicos. No hay médicos ni enfermeras, ni personal administrativo suficiente para atender a las miles de personas que esperan por horas, días, semanas y meses una consulta o una intervención quirúrgica.
De allí las palabras cargadas de verdad de German Martínez “la gente se va morir en las calles”.
Los severos recortes al presupuesto del sector salud por el gobierno, que lleva repitiendo mas de 12 años “por el bien de todos, primero los pobres” hacen imposible que el instituto del seguro social y el ISSSTE operen de manera adecuada, para que brinden un funcionamiento óptimo a sus derechohabientes.